Estoy condenado a escribir esto. A
empezarlo, a concluirlo y a recomenzarlo. Presiento que esa es mi
misión. Una tarea impuesta y anodina, una obsesión de otro que
entra en mí como si fuese mía, como si en el fondo y de la manera
más íntima tuviera que ver conmigo.
La escribo, la reescribo y vuelvo a
comenzarla, a sabiendas de que es una labor ardua y fútil, tediosa y
amarga, pero mis dedos y mis pensamientos están esclavizados,
dependen de una orden que los obliga más que a escribir, a
mecanografiar, a poner cada coma de manera idéntica, cada frase,
cada cadena de párrafos.
Es como el infierno; como alguien
lo soñara. Esta misma coletilla: “Estoy condenado a escribir esto.
A empezarlo, a concluirlo y a recomenzarlo. Presiento que esa es mi
misión. Una tarea impuesta y anodina, una obsesión de otro que
entra en mí como si fuese mía...”, la he escrito y rescrito, la
he cifrado tantas veces en contra de mi voluntad, que parece un
castigo.
Lo confieso y me hastía
confesarlo; entonces concluyo,, pongo la palabra “Fin”, y me
sorprendo a mí mismo copiando de nuevo: “Estoy condenado a
escribir esto. A empezarlo, a concluirlo y a recomenzarlo...”.
Entonces termino -pero no termino- en un llanto, en una sucesión de
muecas trágicas e impotentes, porque estoy atado al suceso
involuntario de redactar una y mil veces (pero si fuera una, pero si
fueran mil las veces) el mismo relato, el mismo círculo textual,
fiel y ridículo donde todo comienza con un siempre, con la figura
ilusoria de un ser que escribo ser pero que no soy y no sería nunca.
Me gustaría ser oído. Me gustaría
ser auditado. Obtener mi libertad. Me gustaría tener la certeza de
que no siempre estuve aquí en este ahogo, en esta tierra de nadie;
que mi vida fue algo más que un instante entre una tecla y otra
redactando esto, o que la recorrí en eso que llaman tiempo, y tiempo
pasado, aunque este instante post mortem, que es la eternidad, lo
empleé en cancelar mis culpas en esta suerte de pena corporal,
frente a frente en esta maquina, transcribiendo mecánica y
circularmente esta plana inútil.
Oscar Marcano
No hay comentarios:
Publicar un comentario