
No de cielos que escupen en la orilla
Goza sus infiernos
oliendo a voces
Como herida
hondura
en la memoria
o
sal de vida
en el segundo
ora un coro de vientres
ora un fuego de aguas
Detrás de muchos siglos de un sol intolerante a la sombra, en algún pantano de la ciudad, se extravió mi nariz. La propuesta es encontrar lo que quede de ella Sea un moco salvaje desvencijado de soledad.
1 comentario:
Bueno Melba, que poema. El cielo y el infierno, el sonido y el aroma, la hondura inmensurable y al vida en un segundo, la concurrencia múltiple de lo más íntimo y cerrado que se repite, o la unión del fuego con las aguas... y todo eso encerrado en una gota de saliva... saliva de entraña
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