24/7/17

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Sólo en esos gestos dulces y entregados de mi madre, bien escasos para mí de reconocer, la he amado.

A diferencia del chico que tenía leucemia en la película de ayer. Para amar a su padre le bastaba sentir su colonia y el crujir de los peldaños al subir la escalera; cuando tarde, noche tras noche y de vuelta a casa, se acercaba al cuarto de su hijo. 
Por un ratito charlaban sobre lo original de ciertos diseños arquitectónicos. Tema que fascinaba al niño.

La literalidad de padre ausente en fechas claves -o el intento desesperado y fallido de héroe a última hora- no pudo contra la religiosidad nocturna de su colonia. Ni la música de la escalera

12/7/17

Carnada

desde un anzuelo
que no logra esquivar las piedritas de mis riñones
se realiza una pesca de soles muertos

Los ojos en agua
más un rosario de espera entre las rodillas y la espalda

desafían la gravedad de este puto texto.