una niña vestida de extraña pegándole un susto de pesadilla a mi intimidad
un sauce llorón canoso gestando la primavera
el temor -a una madrugada-
confiado a la corriente de un río
tres imágenes preceden a una
voz por fin de acuerdo
lo que me lleva a sentir que existe dios, así
en minúsculas, para cositas pequeñitas como el yo
de esto se trata también escribir, de aligerar la carga,
lo suficiente para levantarse
y dejar
el culo atrás
porque más allá de la mordida original y de sus
autores,
somos responsables de lo que quedó del árbol
si no volvemos a pecar, igual se pudre
si lo mordemos indiscriminadamente pecamos de extinción
como que toca seguir escribiendo
la misma semilla