19/12/13

El endemoniado

"Vino el mal y calzó perfectamente
en mí
como una perversa lucidez.

Mis ojos vieron cómo se desata
el rencor
en todas las cosas. Todo
se tuerce
como la boca de la gente, o se agesta
o se va de uno. Se van
la cuchara de mi mesa, mi mesa, mi casa,
las calles, la ciudad, mi patria,
y quedo yo solo
cada día, cerca de los cerdos,
abrazado a esta piedra
que no ama.

Por eso lloro y me revuelco ante Ti. Dame
de tu infinito aire de salud.
Cúrame,
pero no totalmente,
déjame un pelo del demonio en la mirada:
el mundo
merece sospecha
siempre."

José Watanabe

18/12/13

17 -muerte del “Libertador”-

y entrecomillo no porque dude sino, porque la libertad es una palabra tan hueca como aquellas muñecas sin vísceras ni réplica humana por dentro.  Solía enroscar sus cabezas de goma cuando se soltaban
La vez que mi madre me lanzó una de las más queridas por los aires, la cabeza, sin embargo, permaneció en su sitio. Recuerdo haberla recogido del suelo con el dolor de quien espera lo peor. Afortunadamente, la realidad me despertó de una pesadilla fantástica donde la muñeca era mi bebé de carne y hueso hecho trizas por la rabia de una abuela. Ni siquiera recuerdo por qué lo hizo. Debo haberla contrariado o simplemente, me atravesé en esa frase que leí hace unos días en uno de los cuentos del texto, Los buenos deseos, de Yiyun Li: “ser mujer ya es una enfermedad”.